Friday, August 08, 2008

Imputables

Un fantasma recorre el país: el fantasma de la criminalidad.
Todas las fuerzas del viejo Uruguay se han unido en santa cruzada
para acosar a este fantasma: todos los ex presidentes, los
comités ejecutivos y honorables directorios de los partidos
tradicionales, periodistas que piensan y hablan con faltas de
ortografía, y hasta antiguos guerrilleros y modernos oficialistas,
que reclaman en público un aumento de salarios para
los policías sin avisarle a la ministra del Interior, o sugieren
encerrar a los adolescentes infractores en los cuarteles.
De este hecho resulta una doble enseñanza: que la criminalidad
ya es reconocida como una fuerza por todos los
partidos, y que es hora de dejar de plagiar manifiestos y
repetir recetas fracasadas. Porque la sensación pasó de térmica
a olfativa.
Un virtual candidato presidencial, asesorado por el ex
ministro del Interior que compró celdas de chapa, usadas
por los presos para fabricarse puñales caseros, quiere importar
la “tolerancia cero” a la neoyorquina. El delfín de un
ex presidente orgulloso de no haber perdido ni una huelga
califica a la actual ministra del ramo de “soberbia”. El sector
de un ex jefe de Estado embanderado con la contención del
gasto público propone construir cuatro cárceles por año, y
subirles el sueldo a los policías en año electoral. El único
ex presidente que pretende reincidir, el mismo que llevó
el salario de los azules al nivel más bajo del presente ciclo
democrático y soportó en silencio una escandalosa insubordinación
militar, le recordó a la ministra que “la autoridad
ejercida dentro de las normas legales es legítima” y que “es
omisión cuando no se la hace sentir”.
Este gobierno, que dista mucho, muchísimo de la perfección,
se ve obligado a soportar tales recomendaciones
de quienes, en ejercicio del poder: a) dejaron sueltos en las
calles a los peores criminales de la historia del país y hasta
los premiaron; b) impusieron el consumo como regla de la
felicidad, convirtiendo en infelices a muchos que veían de
lejos ese desfile de whisky escocés, perfume francés y camionetas
cuatro por cuatro; c) obviaron algo tan elemental
como la rehabilitación y la educación de los menores infractores;
d) desatendieron la superpoblación de las prisiones;
e) dejaron que el territorio uruguayo se consolidara como
centro de abastecimiento y distribución del narcotráfico, y
que el consumo de pasta base se volviera parte del panorama
urbano; f ) desalentaron el ingreso a las fuerzas de seguridad:
los policías de ahora son pobres con pistolas Glock; g)
promovieron una cultura de la impunidad que resultó un
formidable aliciente para el delito: bajo su imperio, ningún
funcionario en ejercicio fue procesado por un juez penal.
Ninguno de ellos parece recordar que una de las primeras
medidas adoptadas en democracia en materia de seguridad
ciudadana fue usar un motín como excusa para vaciar una
cárcel y llevar a los presos lejos de sus familias. El ministro del
Interior que condujo el proceso se convirtió, años después,
en director del shopping center construido en esa antigua
penitenciaría. Esto es más que una anécdota o un símbolo.
Dice demasiado de la dellincuentsia, la elite política que
poco hizo por la seguridad cuando gobernaba, que hoy se
queja por su falta, y que formula iniciativas impracticables
y contraproducentes desde una supuesta solvencia técnica
o científica. Y que encima trata de soberbia e insensible a
la actual ministra, o se burla de ella porque anda a caballo,
canta tangos y le gustan los boleros.
Mientras la Policía se vaciaba, mientras los centros de
reclusión de menores infractores se convertían en escuelitas
del crimen y las cárceles de adultos en universidades, la dellincuentsia
endurecía las penas y creaba nuevas tipologías
delictivas. Nada de eso sirvió: el paisaje grotesco que pinta la
crónica roja televisiva responde a la incompetencia de gobiernos
pasados, no a las acciones y omisiones del de ahora.
La inseguridad ocupa en la ya iniciada campaña electoral
el lugar que en las anteriores tuvo el impuesto a la renta: el
palito de abollar ideologías de izquierda. La recalcan los
mismos dirigentes políticos que la propiciaron, quienes insisten
con sus añejos errores y se inventan otros nuevos: la
tolerancia cero, la imputabilidad de los menores de edad,
las técnicas y los malos modales de los detectives de serial
televisiva. O exigen lo que antes no hicieron, como contratar
agentes, aumentarles el sueldo y construir prisiones
habitables. Si siguen así, las propuestas más decentes sobre
seguridad pública desde los partidos tradicionales serán las
del Movimiento Plancha. ■
Marcelo Jelen

Editorial de La Diaria 8 Agosto 2008