Un Maestro asesinado de un balazo tras días de tortura
Sayo de Asesinos
Extracto de la entrevista realizara por César di Candia al General Hugo Medina, publicada en Semanario Búsqueda en Marzo de 1991.
- ¿Y por qué, tomada la determinación de combatir el terrorismo, las Fuerzas Armadas no utilizaron los conceptos tradicionales de la guerra y optaron por los métodos de la guerra sucia?
- (Silencio) Bueno… (suspiro) La lucha contra el terrorismo se empieza a dar de una manera un poco desordenada. No hubo una decisión formal de volcarse hacia la guerra sucia. Nadie lo quiso, resultó algo que fue surgiendo insensiblemente. Creo que definir a posteriori un hecho es mucho más sencillo que definirlo en el momento en que está surgiendo. Nadie pensó que nos encontrábamos embarcados en la guerra sucia. Había que conseguir información rápido, porque eso era vital. Hubo principios a los que nos ajustamos, a pesar de que un poco prejuiciada, la gente a esa altura pueda ponerlo en duda. Yo lo dije en un reportaje televisivo que me efectuó su colega Néber Araújo: acá hubo cinco mil presos. Aplicando criterios que no eran los nuestros pudo haber cuatro mil muertos, y no los hubo. Los muertos fueron muy pocos. Se les capturaba, se les sometía a interrogatorio, se les sacaban información y se les enviaba a la Cárcel.
- Usted habla de pocos muertos como si eso fuera un mérito. El hecho es que los hubo y justamente eso es lo trágico.
- Pero era una guerra… era una guerra… como ahora que están bombardeando poblaciones civiles y matando gente…
- Perdóneme, General. Una cosa es morir en un enfrentamiento o en un campo de batalla o como consecuencia de una acción bélica, y otra fallecer en una tortura.
- Es. Y lo que le voy a decir lo he pensado mucho porque me ha obsesionado mucho. Creo que ninguna de esas personas murió por voluntad del matador, por el hecho de ir a interrogar con la intención de ultimar. Murieron por exceso, porque a quienes interrogaban se les fue la mano. Por la continuidad del apremio o por la prisa. No se olvide de que había información que tenía que salir al minuto porque de ella podía depender la vida de un camarada o de un grupo de camaradas. Se dieron varios casos de esos y la experiencia decía que no era aconsejable esperar. Por eso se produjeron esos hechos.
- Verdaderamente, me resulta muy difícil razonar como usted.
- Es que usted y otras personas, sentadas en sus escritorios, con el cafecito al costado, se ponen a pensar en eso y a acumular agravantes, ya que atenuantes es dificilísimo porque no los hay, y terminan colgándoles a los interrogadores el sayo de torturadores y sádicos cuando de pronto no los son. Simplemente apremiarion porque las circunstancias se lo impusieron.
- ¿Nunca tuvo cargos de conciencia por todo eso?
- No.
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